Vale, hablemos de algo que todos hacemos pero nadie admite: el sexting. Sí, eso. No te hagas el inocente, que te he visto mirando el móvil con esa sonrisita. Y no, no me refiero a estar navegando por paginas de contactos sexo (aunque seguro que más de uno lo ha hecho). Hablo de esos mensajitos picantes que mandas a tu pareja cuando la distancia aprieta y las hormonas bullen.

Hace unos meses, mi amiga Sofía (nombre cambiado para proteger a la culpable) me confesó entre copas de vino que su relación a distancia con Javier sobrevivía gracias al sexting. “Es como jugar al Pictionary, pero más caliente”, me dijo. Y vaya si tenía razón.

¿Qué demonios es el sexting?

Para los que vivís bajo una roca, el sexting es básicamente mandar mensajitos picantes a tu pareja. Ya sabes, esos textos que te hacen sonrojar en el metro y rezar para que la señora de al lado no tenga vista de águila.

Pero ojo, que no todo vale. Una foto de tu ombligo con la leyenda “¿adivina qué hay más abajo?” no es sexting, es una gymkana erótica cutre. El arte está en sugerir, no en enseñar el catálogo completo.

¿Por qué todo el mundo está como loco con esto?

1. Porque es gratis: A ver, que una cena romántica está muy bien, pero esto lo puedes hacer en pijama y comiendo nachos.

2. Mantiene la chispa: Cuando la única acción que ves es la de Netflix, un poco de sexting no viene mal.

3. Es como un precalentamiento: Para cuando os veáis en persona, ya vais a 100 por hora.

4. Mejora tu creatividad: Intentar describir lo que quieres hacer sin usar la palabra “pepino” es todo un reto.

El consentimiento es sexy

Antes de que empieces a mandar fotos de tus partes nobles como si fueran folletos de supermercado, hablemos del consentimiento. No seas ese tipo que manda una foto de su “amiguito” sin avisar. Nadie, y digo NADIE, quiere abrir WhatsApp y encontrarse con eso de sopetón.

Reglas de oro:

• Pregunta antes de mandar algo explícito. “¿Quieres ver algo especial?” es mejor que “¡Sorpresa!”.
• Si te dicen que no, es no. No insistas. No eres un vendedor de enciclopedias a domicilio.
• Lo que pasa en el sexting, se queda en el sexting. No lo compartas ni aunque te prometan la paz mundial.

Cómo ser un maestro del sexting sin parecer un salido desesperado

1. Sé sutil: “Estoy pensando en ti” es sexy. “Estoy pensando en ti mientras me como este plátano” es… bueno, demasiado.
2. Usa la imaginación: Describe una fantasía. Pero por favor, que sea realista. Nadie se cree que eres un vikingo espacial con superpoderes eróticos.
3. Emojis con cuidado: Una berenjena y un melocotón pueden ser divertidos, pero no abuses. No quieres que parezca que estás haciendo la lista de la compra.
4. Cuida la ortografía: “Me exitas” no excita a nadie. Bueno, quizás a un profesor de lengua desesperado.
5. Timing es todo: No mandes cosas calientes cuando sabes que tu pareja está en una reunión familiar. A menos que quieras que la abuela Paquita tenga un infarto.

Los peligros del sexting (o por qué deberías pensártelo dos veces)

1. Las fotos pueden filtrarse: Y acabar en sitios donde no quieres verlas. Como el Facebook de tu madre.
2. Malentendidos: Lo que para ti es sexy, para otro puede ser ofensivo. O peor, ridículo.
3. Puede ser adictivo: Si pasas más tiempo sexteando que hablando cara a cara, Houston, tenemos un problema.
4. Expectativas irreales: El sexting es fantasía. En la vida real, nadie tiene abs de acero 24/7.

Para concluir…

El sexting es como el alcohol: en su justa medida, puede ser divertido. Pero si te pasas, acabas haciendo el ridículo y con resaca emocional.

Úsalo con cabeza, con consentimiento, y sobre todo, con sentido del humor. Porque si no puedes reírte de ti mismo mandando un emoji de berenjena, ¿de qué vas a reírte?

Y recuerda, si alguna vez dudas antes de mandar algo, piensa: “¿Me sentiría cómodo si esto lo viera mi jefe/madre/cura en la confesión?”. Si la respuesta es no, guarda el móvil y vete a dar un paseo. O una ducha fría.